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Imam al-Baqir (P) y la Dinastía Omeya

Imam al-Baqir (P) y la Dinastía Omeya

El Imamato al igual que la Misión Profética es un nombramiento divino, ya sea que el Imam se encuentre retirado de la sociedad o se encuentre activo en ésta, la posición de su liderazgo no sufre cambio alguno.
Los usurpadores y opresores siempre envidiaban la suprema posición de los Imames y utilizaban cualquier medio para apropiarse del gobierno y del califato, que era exclusivo de éstos. Con tal de obtener lo que querían no temían cometer cualquier crimen.

Parte del período del Imamato del Imam Muhammad Al-Baqir (P) fue simultáneo con el gobierno opresor de Hisham Ibn 'Abdul Malik Umaui. Hisham y los Omeyas sabían perfectamente a quién pertenecía el califato y que, a la fuerza, nunca podrían gobernar en los corazones de las gentes que apoyaban a la familia del Profeta (BP).

La grandeza espiritual de los Imames era tan estimada que muchas veces aterrorizó a sus enemigos y usurpadores llegando al punto de que cuando veían entrar a uno de éstos Inmaculados, se levantaban por respeto.

Cuentan que Hisham, durante su gobierno, fue a La Meca para realizar el hayy –peregrinación– Ese mismo año Imam Al-Baqir (P) y su hijo, Imam As-Sadiq (P), habían viajado a La Meca con el mismo propósito. Un día Imam As-Sadiq (P) pronunció un discurso frente a un gran número de peregrinos en el cual dijo: “Agradezco al Dios que envió a Muhammad (BP) y que nos honró con él, pues nosotros somos los escogidos de Dios entre los hombres, y somos sus representantes en la tierra. Triunfador es aquél que sigue nuestros pasos y perdedor aquél que sea nuestro enemigo”.

Tiempo después Imam As-Sadiq (P) dijo: “Hicieron llegar mis palabras a los oídos de Hisham, y éste no mostró su descontento hasta que regresó a Damasco y nosotros habíamos regresado ya a Medina. Entonces ordenó al gobernador de esta ciudad que nos enviara, a mí y a mi padre, a Damasco.

Llegamos a Damasco, y Hisham no nos recibió durante tres días. El cuarto día nos presentamos ante él. Hisham se encontraba sentado sobre su trono y frente a él sus cortesanos se entretenían probando su puntería con el arco.

Hisham llamó a mi padre por su nombre, entonces exclamó: “¡Ven a disparar con los grandes de tu tribu!”
“Soy un viejo, ya no estoy para estos juegos” Se disculpó mi padre.
Hisham insistió y juró que debía hacerlo. Entonces ordenó a un anciano de los Omeyas que diese su arco a mi padre. Él tomó el arco entre sus manos, acomodó la flecha colocando la cuerda sobre ésta y la arrojó. El primer tiro tocó en el blanco; luego tomó la segunda flecha y la colocó en el arco, tensó la cuerda y cuando la soltó, ésta pegó exactamente sobre la primera flecha partiéndola por la mitad; luego la tercera en la segunda, la cuarta en la tercera y así hasta que la novena flecha partió la octava. Se escuchaban los gritos de asombro de los presentes, Hisham se inquietó y gritó: “¡Bravo, bravo, Abu Ya'far! Entre los árabes y los no árabes no hay nadie que te iguale... ¿cómo puedes decir que estás viejo para flechar?”
Fue en ese mismo instante, cuando Hisham inclinó su cabeza, que decidió deshacerse de mi padre. Nosotros nos encontrábamos de pie frente a él, la espera fue larga y mi padre estaba ya molesto. Cuando este se enfadaba miraba hacia el cielo y en su rostro se dejaba ver el enojo. Hisham se dio cuenta de que mi padre sabía de sus planes, se levantó y puso su mano sobre sus hombros y luego lo sentó a su diestra, sobre el trono, y a mí a la diestra de mi padre. Entonces comenzó a hablar y le dijo: “El Quraish será honrado por todos los árabes y no árabes mientras te tenga a ti. ¡Eres increíble!, ¿de quién aprendiste este arte y en que tiempo?”
“Sabes que los hombres de Medina son buenos tiradores –le contestó mi padre– y cuando yo era joven practicaba este deporte, después lo dejé hasta hoy que tú me lo pediste”.
“En vida había conocido a nadie que tuviese una destreza para dar en el blanco como la tuya, ni tampoco creo que exista alguien que te supere. ¿Es que Ya'far, tu hijo, puede acertar al blanco como tú?” Preguntó Hisham.
“Nosotros heredamos la perfección, la misma perfección e integridad que dio Dios, Glorificado sea, a Su Enviado Muhammad (BP), tal y como dice el Sagrado Corán:
“Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado Mi gracia en vosotros y Me satisface que sea el Islam vuestra religión”. (5:3)
y el mundo nunca quedará abandonado de alguien que cuente con esta gracia”.
Al oír esta aleya las pupilas de Hisham se dilataron y enrojeció su rostro de coraje. Entonces bajó la cabeza unos segundos y cuando la levantó nuevamente preguntó: “¿Es que vosotros y nosotros no somos descendientes de 'Abdul Manaf, o sea que ¡somos de la misma familia!?”
“Así es –afirmó mi padre– pero Dios nos dio unas cualidades que no dio a ningún otro”.
“¿Es que Dios no envió al Profeta Muhammad (BP) que es uno de los descendientes de 'Abdul Manaf, a toda la gente y para todas las razas, ya sea blanca, negra o roja? ¿Pues, vosotros de dónde heredasteis esta sabiduría, ya que Dios después del Mensajero del Islam (BP) no envió ni enviará mensajero alguno y vosotros no sois profetas?”
“Dios, Alabado sea, en Su Libro Sagrado dice a Su Enviado (BP):
“Nomuevas la lengua para recitarlo (el Corán) antes de que te sea revelado”. (75:16)
Lo que significa esta aleya es que el Enviado de Dios (BP) tenía su lengua bajo control. A nosotros nos dio cualidades que no dio a los demás y por ello es que a su hermano ‘Ali (P) revelaba secretos que nunca había confesado a nadie más, y Dios dice al respecto:
“...para que el oído atento le retuviera” (69:12)
Es decir: aquello que te fue revelado, tus secretos, serán escuchados por un oído atento.
Y el Profeta (BP) dijo a 'Ali (P): “Pedí a Dios que lo dijera a tu oído”.
Y también 'Ali Ibn Abi Talib (P) manifestó: “El Enviado del Islam (BP) abrió para mi mil puertas de la sabiduría, cada una de las cuales abrían mil puertas más”. Mi padre continuó diciendo: “Así como Dios le dio al Profeta (BP) virtudes especiales, y él se las transmitió a 'Ali (P) y le enseñó aquello que a ningún otro le enseñó, y nuestra sabiduría viene de ese inagotable manantial y sólo nosotros la heredamos”.
“'Ali (P) se enorgullecía de poseer la ciencia oculta, pues Dios no otorgó a nadie esa sabiduría”, expresó Hisham. Mi padre, Imam Muhammad Al-Baqir(P), le contestó: “Dios, Exaltado sea, le reveló un libro en el cual está escrito todo, el pasado y el futuro hasta el Día del Juicio, ya que en ese mismo libro dice:
“Te hemos revelado la Escritura como aclaración de todo...”(16:89)
y en otra de sus aleyas dice:
“Todo lo tenemos en cuenta en un Libro claro”. (6:38)
y Dios ordenó al Profeta (BP) que enseñara todos los secretos del Sagrado Corán a 'Ali (P). El Enviado de Dios (BP) aseguró: 'Ali es el más sapiente para juzgar... “.
Hisham enmudeció... y el quinto Imam, acompañado de su hijo, salió de su corte.

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